lunes, 26 de junio de 2023

VIDA

 

Desgana,

Pereza,

Hastío.


Desazón,

Tedio,

Vacío.


Ganas de nada,

Hartazgo,

Ganas de no tener ganas,

Desidia.


Ojalá lágrimas que me despertaran

De este letargo eterno del que soy presa.


Cuánto anhelo el desgarro,

El olor de la sangre derramada

Que me recuerde que estoy viva.

domingo, 22 de enero de 2023

OJALÁ

 

Ojalá tener otras manos,

Y otras piernas,

Otra cabeza y otro corazón.

Ojalá tener otro nombre,

Otra piel y otra sombra,

Ojalá ser otro ser

Para no sentir lo que siento.

Todo te lo llevaste,

Menos mi cuerpo, que sigue aquí

Lento y pesado,

Lleno de tu ausencia,

Que lo ocupa todo,

Que me ciega y me tortura,

Que me aplasta el pecho

Y no me deja respirar.

 

Ojalá estar muerta.

sábado, 15 de octubre de 2022

PARCHES

 

Frenadol. Empiezas a tener síntomas de lo que podría ser un resfriado y decides tomarte un frenadol para encontrarte bien, para no tener que sufrir esos síntomas que, al parecer, son insoportables. Pero lo que haces, en realidad, es poner un parche, no curas el resfriado, sólo lo bloqueas, con lo que impides que haga su proceso natural.

Lo de tomar un frenadol cuando estamos resfriados me parece una metáfora perfecta de lo que hacemos en otras parcelas de nuestra vida. Cuando perdemos a un ser querido, por ejemplo, ya sea por una ruptura o porque ha muerto, también buscamos la manera de poner un parche, y también por lo mismo, porque no queremos que el duelo haga su proceso natural. Si se llama duelo es, precisamente, porque duele. Y, claro, nadie quiere sufrir, así que nos apuntamos a yoga, a Tinder, vamos a terapia, a pádel, hacemos meditación, o nos echamos otro novio enseguida para no notar nuestro corazón roto. Eso, los que tenemos corazón, que no siempre es el caso.

Nos están adoctrinando para que no haya dolor ni tristeza en nuestra vida, y eso es imposible. No está bien visto estar triste, que la tristeza no luce en Instagram. Me pregunto dónde publican sus fotos los que están tristes. Y si lo estás, que no te lo noten, o alguien odioso vendrá a decirte “ánimo”, “tienes que animarte”, o algo similar. Qué pereza la dictadura de la felicidad.

Parches. Ponemos parches porque hace falta paciencia para dejar que el tiempo haga su trabajo, y nosotros tenemos prisa. Prisa por dejar de sentir el dolor que sentimos. Y la prisa nos vuelve ansiosos, y ahí ponemos otro parche. Nos pensamos que podemos hacer zapping con nuestras emociones igual que cuando vemos la tv, que podemos saltar de una cosa a otra, de una persona a otra, y esperamos salir indemnes.

Poner parches al desamor, a la tristeza o al duelo (sea del tipo que sea) no cura. Lo único que cura es saber que ese dolor pasará, que es solo cuestión de tiempo, que hay que tener paciencia y que hay pasos que no nos podemos saltar, por más que duelan.  Lo que hacemos al poner un parche tras otro es convertirnos, precisamente, en enfermos crónicos.

Lo de las tiritas para el corazón partío era solo la letra de una canción. Preciosa, eso sí, pero era sólo eso.

 

sábado, 11 de junio de 2022

CELOS

 

Y se apoderan de mí como fuego que abrasa,

En el infierno de mi alma confundida

De mi mente borrosa

Y me estrangulan con sus crueles garras

Y me cuesta pensar y respirar

Y no puedo ver, me ciegan como el sol

Y me envuelven con su abrazo venenoso

 

Y mientras ellos escalan y escalan,

Yo caigo más y más bajo,

Y me hundo

En lo más hondo de mis miserias

Mis miedos, mi angustia y mi dolor.

 

Yo os maldigo, porque sois mi creación

Y, a la vez, mi destrucción.


lunes, 20 de diciembre de 2021

ETIQUETAS

  

Me llamo Bond. James Bond.

Qué fácil debe resultar presentarse cuando todo el mundo sabe quién eres y a qué te dedicas en 007. Y, en este caso, hasta cuál es tu bebida favorita y qué coche tienes.

Cuando nos presentan a alguien, es habitual que esa persona nos pregunte a qué nos dedicamos. Seguramente, porque nos quiere dar la turra hablando de su trabajo. Una pregunta que no me gusta que me hagan y que, por lo tanto, no hago. Una vez escuché a alguien decir en medio de una presentación de grupo “Trabajo de secretaria” y, tras una breve pausa, añadió “pero no soy secretaria”.

¿Qué nos evoca la palabra “secretaria”? Seguramente una mujer más bien seria, eficiente, con vocación de servicio, organizada y metódica. ¡Si hasta James Bond tenía una! Luego descubrí que, además de no ser secretaria, tenía una gran vis cómica y se le daban muy bien las imitaciones y los acentos, por no hablar de su facilidad con los idiomas y los juegos de palabras. Así que me parece comprensible que alguien tan versátil sienta que la etiqueta de “secretaria” le aprieta demasiado.

Estamos habituados a referirnos a las personas por su profesión: “Fulanito es electricista”, “Menganito es contable”. Poner etiquetas nos ahorra tiempo, el tiempo que implica conocer a alguien de verdad. Si alguien afirma que Michael Jordan ha sido el mejor jugador de baloncesto de la historia o que Amancio Ortega es el mejor empresario de España, seguramente estaremos todos de acuerdo, pero, ¿qué pensarán ellos? ¿Se sentirían cómodos con tales definiciones? Al fin y al cabo, se refieren solo a su faceta profesional.

No soy partidaria de esa manía nuestra tan extendida de etiquetarnos, unos a otros, como si formáramos parte de una clasificación infinita, en función de nuestro trabajo, como si fuera algo inmutable que nos ata para siempre. La única clasificación que debería importar es la que distingue a las buenas personas de las malas. Por cierto, a lo de etiquetar ahora lo llaman branding. Al parecer, en inglés todo suena mejor. Yo, es que soy una hater de los anglicismos.

La mayoría de los trabajos no mejoran el mundo ni a nosotros mismos. La mayoría de los trabajos son anodinos. Mi trabajo no define quién soy ni qué siento. Mi trabajo no alimenta mi corazón ni mi alma.

Nuestro trabajo es vivir, y eso pasa por ser, sentir y compartir.

Pd: ni siquiera alguien con un trabajo tan molón como James Bond entregaba su vida al  trabajo.

 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 14 de noviembre de 2021

ODA A LA DELGADEZ

Pantalones skinny fit, geles quemagrasas, la falda que más estiliza, el sustitutivo de comida más saciante del mercado, el truco de las celebs para comer sin engordar, ….podría continuar y llenar páginas y páginas con frases similares que aparecen a todas horas en todas partes en la tv, en las revistas de moda y en la publicidad en general.

Curiosamente, estos mensajes se dirigen sólo a las mujeres, que, al parecer, queremos estar delgadas a cualquier precio. Nuestra máxima aspiración en la vida, como mujeres, es ser delgadas. Y si no podemos serlo, al menos debemos parecerlo. O eso creen los publicitarios que crean esos mensajes. La verdad, tengo cosas más importantes en las que pensar, como qué color de uñas me voy a poner en navidad o si se seguirán llevando los vestidos de lentejuelas en fin de año. 

Y, claro, ese bombardeo incesante hace más mella que la comida basura, que es de lo que se trata. Cada vez hay más gente que asocia ser guapa con estar delgada y oigo a menudo “Está muy guapa, ahora que ha adelgazado”, aunque se le haya quedado el cutis como una pasa de tanto adelgazar. A ver, señoras y señores, me parece una obviedad, pero lo voy a poner por escrito por si acaso: la belleza no tiene nada que ver con la delgadez. Y estar delgada no es sinónimo de ser guapa, ni sexy, ni de  estar sana.

Dietas detox por aquí, ayunos intermitentes por allá, contadores de calorías, alimentos light, centros de adelgazamiento, todo siempre con el mismo objetivo: perder peso.

Y no queda ahí la cosa, no. Lo peor es que se ha convertido en tema de conversación: por ejemplo, en el gimnasio, hablando con una amiga el otro día, le dije que había quedado para ir a cenar a una pizzería con un amigo. Su respuesta fue “¿¿¿pizza para cenar???” con una cara parecida a la que le habría puesto yo a alguien que me dice que cena piedras. Y continuó con el sermón de que los carbohidratos por la noche, bla bla. Madre mía, qué pesadez. Y no me refiero a los carbohidratos.

Por cierto, yo no voy al gimnasio para estar delgada, sino porque despejo la mente y me hace sentir bien.

Luego están los que te dicen que has engordado con tonito condescendiente: “has engordado, ¿no?”. Que deben pensar que no tenemos espejos en casa. Ni báscula.  Aunque no hablo por mí, que yo no estoy gorda. Aprovecho la ocasión para reivindicar la palabra, que ahora lo llaman tener un “cuerpo no normativo” y yo, si fuera el caso, prefiero que me llamen gorda que, al menos así, lo entiende todo el mundo.  Pues eso, que tengo un IMC saludable. Podéis saludarlo, si lo veis.  

Como mujer, me siento muy incómoda con este tipo de mensajes que parece que no podemos esquivar ni debemos ignorar. Además, poner el foco en algo tan superficial contribuye a distorsionar la imagen de la mujer actual. Más, si cabe, que los filtros de Instagram. Hay mujeres de todo tipo, y no hay tipos correctos y tipos incorrectos. Otra obviedad.

Resumiendo, que esto es muy gordo: lo que hay que alimentar bien es el cerebro. Solo así evitaremos tragarnos esos mensajes basura que nos quieren comer el coco y, sobre todo, la autoestima.

Que no nos engañen: lo importante es la cordura, con c.

pd: dejadnos comer en paz.


 

 

 

 

 

martes, 21 de septiembre de 2021

ESTOY BIEN, GRACIAS

 

Estás triste porque has tenido un desengaño amoroso o una decepción profunda con alguien cercano, pero eliges decir “Estoy bien, gracias”. Si pierdes a alguien querido, por la razón que sea, duele. Sea porque ha muerto, o porque ha decidido salir de tu vida o por una ruptura sentimental, separarse de alguien próximo hace daño. O porque te has quedado sin trabajo, o porque, tras un proceso de selección largo y lento, el puesto se lo han dado a otro. También eso duele. Pero dices de nuevo “Estoy bien, gracias”.

Y es que no está bien visto estar triste, hay que estar contento y feliz. O al menos, parecerlo, para no entorpecer la felicidad impostada del resto de la humanidad, la de Instagram no, la otra. Y si no lo estás, debes aparentarlo. Solo así evitarás oír chorradas como “Tienes que animarte”, o, simplemente, “Ánimo”, la palabra más inútil jamás pronunciada cuando se usa con la intención de animar a alguien. 

Esas son las frases supuestamente amables que dice la gente cuando ve a alguien triste. En lugar de dejarlo en paz. Luego, están las otras, las frases basura de categoría superior, como “Los antidepresivos van muy bien”. Aquí ya nos topamos con los que confunden estar triste con tener depresión, que deben ser los mismos que confunden ser simpático con ser buena persona. Solo tengo una cosa que decir a todos esos intolerantes a la tristeza: ánimo.

Otra gente recomienda hacer yoga (comodín, porque al parecer va bien para todo). A ver, debo admitir que tienen razón los que dicen que va muy bien para dormir. Tanto es así que yo me quedé dormida en clase el primer día (y último) que fui. Luego están las flores de Bach, la meditación (otro comodín) o tomar vitaminas: “Deberías probar algún suplemento vitamínico.” Sobre estos no he llegado a ninguna conclusión clara, aún. Y otros malvados que aconsejan leer libros de autoayuda. Y digo malvados, porque de ahí no se sale. Se ve que con leer uno no basta, y hay que leer uno tras otro. Que digo yo: ¿no sería mejor que hubiera uno bueno y que fuera el mismo para todo el mundo?. Uno que funcionara, claro. Que se leyera una vez y problemas fuera. Pues no, se ve que no es posible. Conozco gente con un carácter de mier** que lee libros de autoayuda a decenas. O a lo mejor, es que se les ha puesto un carácter de mier** al ver que leer libros de autoayuda a decenas no sirve para nada. Que también podría ser.

Y en la categoría premium, están los que recomiendan leer a Rafael Santandreu. Que se deprimieron al leerlo, y ahora quieren que nos deprimamos todos los demás. Pues eso, malvados. Recordad, eso sí, que sólo os deprimiréis si os esforzáis mucho, que la fama cuesta, pero deprimirse también.

Y que yo estoy bien, gracias.