martes, 23 de marzo de 2021

LO DE ROCÍO CARRASCO

Dos días después, muchos siguen de resaca emocional, que es lo que ha desencadenado el regreso televisivo de Rocío Carrasco tras veinte (no veinticinco) años apartada del ojo público. El título ya prometía: “Rocío Carrasco: contar la verdad para seguir viva”. El drama estaba asegurado. 

Sin duda, fue un testimonio, en apariencia, desgarrador: ella hecha un mar de lágrimas, con respiración entrecortada, hablando de lo mucho que ha sufrido por haber perdido a sus hijos y, sobre todo, poniendo el foco en lo malo que es su exmarido y  padre de sus hijos, al que acusó de malos tratos. Este podría ser el resumen, a grandes rasgos.

Su testimonio despertó, y sigue despertando, un tsunami de empatía, solidaridad, comprensión y sentimiento de culpa, todo a la vez. Es difícil ordenar, mejor dicho, reordenar, las emociones ante un caso como este. Rocío Carrasco reapareció en un documental, docuserie lo llaman ahora, producido por la misma productora que durante 20 años nos ha hecho creer que ella era una “mala madre”. De hecho, lo hicieron con tal ahínco, que Rocío Carrasco se convirtió en algo así como la “mala madre oficial de España”. Y no solo eso, sino que es la misma productora para la que trabajaba su exmarido hasta la semana pasada, el presunto maltratador, al que han despedido tras la emisión de esos dos capítulos en los que ella lo acusa directamente.

Ahora, esa productora quiere que escuchemos la otra versión, la de ella, la presunta víctima que nos habían vendido como villana durante veinte años, para hacernos creer justo lo contrario. Y mucha gente se ha subido a ese carro, de ahí el sentimiento de culpa al que hacía referencia anteriormente.

Dejando de lado si me impactó o no su testimonio, que es del todo irrelevante, no puedo evitar hacerme un sinfín de preguntas. ¿Debemos creernos su testimonio solo porque parece una mujer psicológicamente destrozada? Y, de hecho, no es tan irrelevante si me impactó o no. Porque me pregunto si a lo mejor no me llegó precisamente porque tengo prejuicios contra ella, porque lo que nos han contado de ella durante veinte años quizás ha hecho mella en mí. O quizás no. ¿Cómo saberlo?

Dice que ha estado callada todo este tiempo para proteger a sus hijos, pero entonces ahora ¿ya no le preocupa su bienestar? ¿Ya no le importa la posible desestabilización que les puede provocar su testimonio, acusando al padre que los ha criado de maltratador y de ser un "ser diabólico"?

Su exmarido nunca fue condenado por malos tratos. ¿Debemos ignorar ese hecho solo porque ella parece, o mejor dicho, aparece como víctima de esos presuntos malos tratos? ¿Porque nos cuenta que lleva años en tratamiento psicológico? ¿O para que no nos acusen de falta de empatía?

Sin duda, esta reaparición va a generar contenido televisivo para años, lo que beneficia claramente a la productora de la docuserie, que produce también “Sálvame”, su programa estrella, con 5 horas de emisión diaria al que hay que alimentar, y que estaba viendo, por cierto, cómo se agotaba el filón Pantoja y que había que entretener a las masas con nuevo (o viejo, según se mire) material. Porque lo que se viene ahora son las réplicas infinitas al testimonio de Rocío Carrasco: la de su hija, la de su ex, la de sus tíos, primos y allegados mil. Porque ese es su negocio, al fin y al cabo. El de todos.

Yo no estoy a favor de ninguno de los dos, y tampoco en su contra. Sí que me niego a aceptar eso de que “cada uno cuenta su verdad”, porque LA verdad es solo una, y me temo que esa nunca la sabremos. 

Ah, y un último apunte: Sálvame es un programa de entretenimiento, no un informativo. No sé si me explico.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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