Vivimos tiempos de eufemismos. No sé
si se trata de hacernos sentir idiotas (más, si cabe, de lo que ya nos
sentimos) o de hacernos sentir especiales (que saben que nos encanta). Un
ejemplo de lo primero es que nos hablen de “precariedad laboral” o "reajustes de plantilla" cuando lo que
quieren decir en realidad es “sueldos de mierda y despidos rápidos y fáciles a
discreción”. Un ejemplo de lo segundo es que ya no se habla de personas
“pobres”, sino de “personas en riesgo de exclusión social” o "vulnerables".
Otro ejemplo de que nos tratan como a
borregos es cuando hablan de “desaceleración económica”, pudiendo decir
“recesión”. O “crecimiento negativo”, lo cual es un oxímoron en sí mismo. O
“tolerancia cero”. A ver, si hay cero
tolerancia, es que no la hay. En ese caso, pues, habría que hablar de
intolerancia, una palabra defenestrada por ser considerada “de derechas”. No
está bien visto ser intolerante, ahora hay que ser tolerante cero. Cero, sí, como
la cerveza. Rubia, pero sin sustancia, como buena rubia. La cerveza, digo. Con
excepciones, claro, porque la última moda son las intolerancias alimenticias:
al gluten, a la lactosa, a la fructosa y a un sinfín de cosas más. Ahí no os
importa ser intolerantes. Es más, os encanta “uy, no, no puedo comer …. porque
soy intolerante al …..”.
O a lo mejor solo se trata de dar
rodeos y rellenar discursos vacíos con expresiones más vacías aún, para que
parezca que se dice algo con fundamento cuando en realidad no se está diciendo
nada. Los políticos están en el nivel premium de esa categoría, como los que se
ponen medallas al afirmar que van a “respetar el resultado electoral” como si
eso aportara algún valor añadido, un plus democrático o algo así.
Otro ejemplo de lo absurdo de los
eufemismos es cuando hablan de “persona racializada” para no decir su raza
cuando no es blanca. Al parecer, no es políticamente correcto decir que es negra. Y ahora tampoco
se puede decir de alguien que está “gordo” que lo está, aunque lo esté. Ahora
hay que decir que tiene un cuerpo “no normativo”. Que para engordar el discurso
no hay problema.
Lo de los padres con sus hijos es un
mundo aparte: los padres de ahora ya no tienen hijos insoportables ni
maleducados. Cuando sus hijos patalean y/o tienen una rabieta es porque “se
sienten frustrados y canalizan su frustración”. Si el crío es desobediente,
dirán “es que mi hijo tiene mucha personalidad y sabe lo que quiere”. Críos con
4 años. Por suerte, al menos, todos son listísimos. Eso sí. ¿O acaso conocéis
algún padre que diga “tengo un hijo tonto”? Pues niños tontos los hay desde
siempre, así que no sé, pensadlo un poco. Dadle una vuelta.
Pero no deis más rodeos, haced el favor,
que se me está empezando a saturar la capacidad de asimilación de gilipolleces.