¿Os
imagináis un lugar donde nadie habla inglés correctamente, pero se utilizan
anglicismos a diestro y siniestro para molar? ¿Es posible que alguien que no
sepa inglés utilice anglicismos como si lo hablara? ¿Se puede ser tan ridículo?
Sí, se puede. Y no hace falta ir muy lejos para imaginar un lugar así. No.
Ahora,
los mamarrachos de toda la vida, por ejemplo, se llaman hipsters. ¡Madre mía
con el palabro! Aunque no hay dudas sobre su origen: hipster = hippie + hamster.
Están
por todas partes. Y no me refiero a los hipsters, que también, sino a los palabros. Si por
ejemplo estás pensando en dejar de ser single para casarte, tienes que
contratar a un wedding-planner para que lo organice, a un welcomer para recibir
a los invitados, preguntar a un influencer sobre menús de comida healthy, que puede ser
un brunch pero no fast-food ni un self-service, y tener un barman para preparar gintonics (al
parecer, ya nadie bebe otra cosa). Eso sí, con más aderezo que Sara Montiel en sus
mejores tiempos. El gintonic, no el barman.
Si
en cambio, te invitan a una boda, tienes que estar atento cuando recibas la
invitación con el Save The Date, porque ahí te dirán el dress-code. En cuanto
lo sepas, puedes ir de compras con tu personal shopper para elegir tu outfit. Te asesorará sobre lo
más trendy y lo que está off-season. A los novios les puedes regalar una Smart
TV o cualquier otro gadget.
Antes
de ir de compras, mejor te pones en forma yendo al gym: puedes optar por fitness,
cycling, body-pump o crossfit. Si no tienes ni idea, que te lo explique un
personal trainer.
Pero
si lo que quieres es montar tu propia empresa , que ahora se llaman start-ups,
vas a necesitar un headhunter que te encuentre un buen marketer, un brand
manager, un web designer y deberás crear un business plan. También deberás
asistir a cursos de branding, mindfulness, naming y coaching. Si no se te ocurre
nombre para la empresa, nada mejor que una sesión de brainstorming. Y como,
buen empresario, no te debe faltar un iPhone, un iPad, ni una Tablet.
Y
no acaba ahí vuestro ridículo, no, Ojalá. Llamáis a vuestros hijos Dylan,
Kevin, Jonathan (pronúnciese Yónatang), Jennifer, Brandon cuando se apellidan
García, González o Pérez. Y claro, luego salen combinaciones imposibles como Maverick Viñales. No me imagino que alguien de Wisconsin llame Paco a
su hijo, por ejemplo. Será que allí no son cool como vosotros. Y ahora, llamadme hater, si queréis.
En resumen, que los anglicismos me dan cringe.