Pantalones skinny fit, geles quemagrasas, la falda que más estiliza, el sustitutivo de comida más saciante del mercado, el truco de las celebs para comer sin engordar, ….podría continuar y llenar páginas y páginas con frases similares que aparecen a todas horas en todas partes en la tv, en las revistas de moda y en la publicidad en general.
Curiosamente, estos mensajes se
dirigen sólo a las mujeres, que, al parecer, queremos estar delgadas a
cualquier precio. Nuestra máxima aspiración en la vida, como mujeres, es ser
delgadas. Y si no podemos serlo, al menos debemos parecerlo. O eso creen los
publicitarios que crean esos mensajes. La verdad, tengo cosas más importantes en las que pensar, como qué color de uñas me voy a poner en navidad o si se seguirán llevando los vestidos de lentejuelas en fin de año.
Y, claro, ese bombardeo incesante
hace más mella que la comida basura, que es de lo que se trata. Cada vez hay
más gente que asocia ser guapa con estar delgada y oigo a menudo “Está muy
guapa, ahora que ha adelgazado”, aunque se le haya quedado el cutis como
una pasa de tanto adelgazar. A ver, señoras y señores, me parece una obviedad,
pero lo voy a poner por escrito por si acaso: la belleza no tiene nada que ver
con la delgadez. Y estar delgada no es sinónimo de ser guapa, ni sexy, ni de estar sana.
Dietas detox por aquí, ayunos
intermitentes por allá, contadores de calorías, alimentos light, centros de
adelgazamiento, todo siempre con el mismo objetivo: perder peso.
Y no queda ahí la cosa, no. Lo
peor es que se ha convertido en tema de conversación: por ejemplo, en el
gimnasio, hablando con una amiga el otro día, le dije que había quedado para ir
a cenar a una pizzería con un amigo. Su respuesta fue “¿¿¿pizza para
cenar???” con una cara parecida a la que le habría puesto yo a alguien que
me dice que cena piedras. Y continuó con el sermón de que los carbohidratos por
la noche, bla bla. Madre mía, qué pesadez. Y no me refiero a los carbohidratos.
Por cierto, yo no voy al gimnasio
para estar delgada, sino porque despejo la mente y me hace sentir bien.
Luego están los que te dicen que
has engordado con tonito condescendiente: “has engordado, ¿no?”. Que deben
pensar que no tenemos espejos en casa. Ni báscula. Aunque no hablo por mí, que yo no estoy gorda.
Aprovecho la ocasión para reivindicar la palabra, que ahora lo llaman tener un
“cuerpo no normativo” y yo, si fuera el caso, prefiero que me llamen gorda que,
al menos así, lo entiende todo el mundo.
Pues eso, que tengo un IMC saludable. Podéis saludarlo, si lo veis.
Como mujer, me siento muy
incómoda con este tipo de mensajes que parece que no podemos esquivar ni
debemos ignorar. Además, poner el foco en algo tan superficial contribuye a
distorsionar la imagen de la mujer actual. Más, si cabe, que los filtros de
Instagram. Hay mujeres de todo tipo, y no hay tipos correctos y tipos
incorrectos. Otra obviedad.
Resumiendo, que esto es muy
gordo: lo que hay que alimentar bien es el cerebro. Solo así evitaremos tragarnos esos mensajes basura que nos quieren comer el coco y, sobre todo, la autoestima.
Que no nos engañen: lo importante
es la cordura, con c.
pd: dejadnos comer en paz.