Gente
que corre de aquí para allá. Todos tienen prisa: unos, porque se les escapa el
autobús. Otros, porque llegan tarde al trabajo. Y la gran mayoría, que corre
sin saber por qué.
Hay
que tener prisa, que no está bien visto ir despacio por la vida. Hay que ser
hiperactivo, tener stress, ansiedad y otros inventos post-modernos que nos
roben la paz. Lo peor del caso es que, por mucho que nos apresuremos para no
perder tiempo (se supone que la intención es exprimirlo al máximo), hay una
sensación generalizada de “No puedo llegar a todo”. El absurdo total.
Está
bien aprovechar el tiempo. Pero también perderlo, cuando convenga. El tiempo en
sí no es un valor. Lo importante es cómo se utiliza. He ahí el problema: no
hacemos un uso racional del tiempo que tenemos. Si el día tiene 24 horas,
trabajamos 8 y dormimos otras 8, aún nos quedan ocho horas libres. Cada día.
Pero vivimos instalados en la cultura de la prisa. “Te tenía que llamar, pero
no he tenido tiempo”. “Hoy no he comido porque no he tenido tiempo.” “Me
gustaría tomarme unas vacaciones, pero no tengo tiempo.”
El
concepto NO TENER TIEMPO es otro maldito invento moderno que nos hace sentir
frustrados. Y culpables. Que de eso se trata. Y como no tengo tiempo de nada,
voy a ir más deprisa para ganar más tiempo al tiempo. ¿Y dónde va el tiempo que
ahorramos? Me pregunto. En la era del reciclaje, no somos capaces de
reutilizarlo de manera inteligente. Seguimos corriendo de aquí para allá, para
no llegar a ningún lado. Eso sí, no hay que parar. Hay que producir, ser
multitarea, hacer varias cosas a la vez, que no hay tiempo que perder. Mandamos
mensajes escritos, o incluso comemos, mientras caminamos por la calle; hablamos
por teléfono mientras cocinamos; en la
playa escuchamos música y leemos mientras tomamos el sol. Queremos abarcarlo
todo. Al parecer, se nos ha olvidado el refrán de “Quien mucho abarca….”
Y
así nos va. Lo hacemos todo con prisas y, claro, los resultados son los que
son.
Yo
tengo una teoría sobre por qué nos hemos
dejado arrastrar por esta corriente de hacer mil cosas a la vez y ninguna en
concreto. Tenemos miedo al vacío, al silencio, a la inactividad. No hay que
parar. Porque si paramos, si nos tomamos el tiempo para pensar y analizar, para
reflexionar, descubriremos cosas que, quizás, preferimos seguir ignorando. Porque,
¿y si descubrimos que ir corriendo a todas partes no nos hace más felices? ¿y
si nos damos cuenta de que ir con prisas no es sinónimo de aprovechar el
tiempo? También podríamos llegar a la conclusión de que sólo hacemos muchas
cosas, aun sabiendo que vivir no se basa en hacer, sino en sentir.
Pero,
no hay que preocuparse, que para eso hay que parar, hacer una pausa. Aún me
gustaría profundizar un poco más, pero tendrá que ser en otro momento, que
ahora tengo prisa.
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