Aunque
es difícil encontrar las palabras para describir cómo nos sentimos hoy, tras
los atentados de ayer en Barcelona, hoy
me siento profundamente aturdida. Esa sería la palabra.
Me
enteré de lo ocurrido por un tuit de los
Mossos que hablaba de un atropello masivo en La Rambla. Puse el televisor y no
podía dar crédito a lo que estaba viendo y oyendo. Y a pesar de estar viéndolo,
no podía creerlo. Al principio hubo minutos de desconcierto, pero las sirenas
insistían en recordarme que se trataba de algo grave. Me pasé toda la tarde
pegada a la tv, canalizando el dolor como podía. Como todos.
Por
la noche las sirenas cesaron y la ciudad se quedó muda. Muda y, sobre todo,
triste. Me fui a dormir en estado de shock e incredulidad, intentando entender
lo que había pasado. Aunque lo explicaban una y otra vez e incluso, lo
enseñaban, no era capaz de asimilarlo.
Sigo
en shock y profundamente impactada, nunca había entendido el significado de la
palabra aturdimiento hasta hoy. Así es como me he levantado esta mañana: sin
ganas de hablar con nadie, sin ganas de nada, como si me hubieran pegado una
paliza. Y eso es lo que han hecho con
todos nosotros: darnos una paliza, atropellar nuestras libertades y nuestro
estilo de vida, matar personas que disfrutaban de sus vacaciones en una de las
ciudades más turísticas del mundo que, casualmente, es la mía. Y matar niños.
MATAR NIÑOS. ¿Cómo vamos a sonreír ahora? ¿Qué se espera de nosotros? ¿Que
hagamos como si nada?
Esta
mañana he tenido algunas respuestas: el grito de NO TENIM POR tras el minuto de
silencio, las infinitas muestras de unión y solidaridad hacen que me sienta
muy orgullosa de mis conciudadanos y las muestras de amor que nos llegan de
todas partes hacen que me sienta muy agradecida. Ver la movilización de todos,
sin excepción, es lo único que me puede reconfortar. También la imagen de
nuestros políticos unidos, aunque cabe la posibilidad que haya sido solo un
espejismo. Confiemos en que no.
Se
ha demostrado. una vez más, que unidos somos imparables. Hay esperanza, pues.
Los indeseables que nos quieren destruir no merecen empatía ni comprensión. No
sé cómo, pero hay que combatirlos. Y tendrá que ser todos juntos. Hablando se
entiende la gente, pero no la gentuza. Menos retórica y más mano dura. Por
suerte, los hay que trabajan para protegernos y lo hacen de manera
extraordinaria, como ha quedado demostrado. Muchas gracias a ellos también
desde aquí.
Barcelona
es una ciudad feliz, siempre lo ha sido y lo seguirá siendo. Llena de luz y de
vida. Llena de gente con ganas de vivir. Podrán matarnos a todos, uno a uno si
quieren, pero nunca podrán acabar con ella ni matar nuestras ganas de vivir.
Visc
a Barcelona.
VISCA
BARCELONA.
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