Anestesiados.
Así es como estamos. Ponemos la tele y vemos el enésimo bombardeo en Siria, con
imágenes de cuerpos ensangrentados y casas derruidas; el último atentado en
Somalia en el que han muerto decenas de niños. DECENAS DE NIÑOS. Y nosotros, como
si nada. No sentimos nada. Niños, mujeres y hombres que también mueren en el mar cada día en su intento por encontrar una vida mejor. Por la radio, dicen que la mujer asesinada en
Zaragoza por su exmarido es la nº 37 de este año. Y nosotros, nada. Una más,
pensamos. O una menos.
Cambiamos
de canal para ver y oír el caso de corrupción nº 2784, pero no sentimos nada.
La rabia e indignación que sentimos seguramente la primera vez se han
transformado en desidia e indiferencia. Hemos dejado de sentir. Han ganado
ellos.
En
el periódico leemos la noticia del último tiroteo en EEUU, esta vez en un
colegio, en el que han muerto más de 20 niños. Otro más, pensamos. Y no
sentimos nada.
Por
la calle hay gente pidiendo limosna en cada esquina, en el metro y en el tren,
pero nosotros como si nada. Son tantos que ni los notamos. Lo mismo pasa con
los sintecho: decenas de ellos mueren de frío cada invierno, y nosotros,
impasibles. “Con este frío, era de esperar”, nos decimos. Como si no fuera con
nosotros.
La
tasa de paro, la violencia de género, la pobreza energética, los atentados terroristas,
el maltrato animal…Las desgracias nos abordan, y nos desbordan, día tras día.
Imposible digerir tanto dolor, tanta rabia y tanta tristeza. Preferimos mirar
hacia otro lado, no darnos por aludidos, hacer ver que no lo vemos.
Y
elegimos no sentir. Pura supervivencia.
Pero
ojo, que un día de estos vamos a dejar de ver y de mirar.
De
oír y de escuchar.
De reír y de llorar.
Y
de respirar.
Y
no lo habremos elegido.
Anestesiados no sentimos el dolor.
ResponderEliminarClaro, es un mecanismo de defensa. Gracias por leerme!
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